sábado, 11 de abril de 2009

Tristeza noctánbula.

Todo comienza nuevamente, mis pasos solitarios por las calles que huelen a tu cuerpo, mi vida en las ciudades, recorridos silentes, observando el tráfago, escuchando el crepitar de voces que se rompen en el silencio de antros atestados de individuos que conocen su alter ego en medio de tantas otredades, que danzan el baile del olvido, el abandono de sí mismos, para llegar a ser lo que al amancer olvidarán.
Copas que parecen interminables, manos que se atestan de ti como del tabaco que me consume, que consumo, que consumimos y nos consume. Botellas perennes que parecen no tener fondo, cuerpos autómatas, artificiales y sin fondo, que rosan mi cuerpo con su vacuidad de ti, mi cuerpo sin vida, ni muerte, ni alegría, sin nada más que uñas y pelo, lágrimas y rabia. Rabia de perro, de animal irracional que sigue sus instintos, famélico e iracundo, persiguiendote pertinaz tras tu silueta de hetaira alejada del oficio, tras tu olor, orgía de muchos aromas - de manos que te recorrieron, te recorren en aquellas oscuridades, de labios que te envenenan besándote- bacanales de sudor y miradas que se pierden buscando lo que nunca encontrarán, aquello que está aunsente y baila en el corazón de los más nobles, tan ardiente y tan muerto. Miradas que se pierden en los hoteles, en la desnudez del cuerpo que es sinónimo de la soledad del alma.

1 comentario:

  1. Me gusta bastante en realidad e independientemente de mi cognición de la fuente inspiradora de este breve texto, creo que abstrae perfecto, el vacío... de ese vacío lugar. Sabés lo mucho que te quiero...

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